domingo, 17 de noviembre de 2013

China y el liberalismo (II)


  Es muy triste a estas alturas de la vida, cuando ya se ha dejado atrás el horizonte, encontrarte con que ya no tienes certezas a las que asirte. 
  Ya sé que todas las noticias que nos llegan de China lo hacen a través de los que son sus enemigos mortales. Pero no tengo otras y las que me llegan son terriblemente desalentadoras. Aunque, ahora, no estoy seguro de nada, creo que me alineo entre la gente de la extrema izquierda porque no he tenido otro remedio después de sufrir toda esa persecución sociopolítica que supone haber nacido y vivido entre los pobres de solemnidad.
 Se tiene que ser un tonto irremediable si, sufriendo toda tu vida la explotación inmisericorde de los poderosos de la Tierra y de esa entidad que todo lo justifica ofreciéndote el cielo para otra vida que, según parece, no tiene nada que ver con ésta, seas, encima, como el imbécil de Pangloss, uno de esos gilipollas que van por ahí diciendo que el mundo está tan bien hecho, que vivimos en el mejor de los universos posibles.
El caso es que yo, a pesar de todo, creía en el marxismo porque honradamente no se puede creer en otra cosa, pero entonces vienen un montón de amigos y de amigas que te dicen: “coño, Pepe, pero ¿cómo puedes creer en algo semejante, que ha sido la ideología culpable de la muerte de millones y millones de seres humanos?”.
 Y, entonces, ante esta evidencia, tienes que recurrir a la excusa de que eso ha sido así por culpa de la espantosa iniquidad que aflige esencialmente al jodido ser humano, pero que la idea, en abstracto, es la más maravillosa de todas. Ahí, es nada: darle a la sociedad, a todos los hermanos de la Tierra, todo lo que tienes, sin exigir otro cosa a cambio que lo que es absolutamente necesario para la supervivencia tuya y de los tuyos.
Pero, entonces, los resultadistas vienen en masa y te dicen: “déjese usted de cuentos, coño, hechos, nada de ensueños ni de literatura, el comunismo ha llevado a la ruina y a la muerte a todos aquellos países que lo han adoptado como forma de vida política” y, cuando tú respondes “¿Y China?”, ellos te repreguntan: “China ¿qué, qué coño es lo que está sucediendo en China? Un país en el que siquiera se puede hablar libremente porque te meten en la cárcel para toda tu vida y, en cuanto a su caciquismo, no es ni mucho menos mejor que el que aquí gozamos con Franco”.
Joder, coño, si esto es verdad, que mierda de futuro es el que tiene el mundo. De una parte, el liberalcapitalimo más ruin y canalla, algo absolutamente insoportable que no hay más que mirar alrededor para ver adonde nos lleva, y, de la otra, el cero y el infinito de Arthur Koestler. 
 Y yo, ahora, no puedo demorar la respuesta porque no me queda tiempo, porque se me está acabando el cochino, el asqueroso tiempo. Y los mejores entre los amigos que quiero o conozco incluso se ríen de mí porque piensan que el envejecimiento ha dañado irreversiblemente mis neuronas.
 Pero a mí, me importa un pijo, hablando mal y pronto como lo hacemos por esta mi tierra, pero que a mí me parece la mejor manera de hablar, que estos genios con los que, a veces, debato, aquí, en internet, piensen que estoy chocho o loco.
Lo que yo busco, desesperadamente, es la verdad, para así, con ella, morirme, al fin, tranquilo. En aquellos tiempos, que me parecen ya tan lejanos, uno de aquellos tíos que entonces me leían, cuando yo afirmaba que la izquierda no es sino la búsqueda desesperada de la verdad y la defensa hasta la muerte de la justicia, me dijo “pues lleve usted mucho cuidado, amigo, porque, a lo peor, de tanto buscar la verdad, acaba usted por encontrarla”. 
El tipo aquel era un loco absoluto o, por lo menos, un drogadicto, el caso es que, a veces, atinaba en la descripción de la situaciones. Ahora, cuando creo que me estoy acercando a la verdad, me parece que están a punto de quemarse mis alas con ella. Porque la cuestión, como se la plantearía un hamlet cualquiera, es: ¿está claudicando China frente al liberalismo capitalista en Hong Kong o en Shangai o que coño es lo que está ocurriendo, porque en estas dos ciudades-estado, como en las de la antigua Grecia, no se sabe bien lo que pasa, si el capitalismo cede ante el marxismo o sucede precisamente al revés? 
Yo no he estado nunca en Chima. Uno de mis mejores amigos, bemsalgado, sí y a mí me parece que no ha vuelto demasiado convencido.
A lo peor es que es muy complejo, demasiado complejo, lo que está sucediendo allí Lo que me perturba hasta lo más íntimo es eso de que allí, en China, es donde más se ha perfeccionado el arte de esclavizar a la gente, que aquello de esclavizar a los niños ingleses en las minas de la Gran Bretaña es un juego de niños al lado de lo que ocurre en las inmensas fábricas chinas, en las que se trabaja jornadas interminables hasta que los trabajadores acaban desmayándose en su puesto de trabajo.
¿Esto es verdad? Si lo es, que me den de una puñetera vez mi ración de cicuta. Porque me ha abandonado ya toda esperanza. 
Pero recuerdo cuando Mao inició la larga marcha a través de aquellas inmensas tierras desiertas y veo ahora que el principal problema de los chinos es la contaminación ambiental por el grado de industrialización a que han llegado.
Continuará.

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