domingo, 16 de septiembre de 2012

Los árbitros le vuelven a abrir la veda al Real Madrid.

Lo que caracteriza al hombre es su esencial deslealtad intelectual, lo que hace de él un perfecto miserable, porque miserable es el que comete continuamente actos indicadores de su profunda indigencia moral.
 Y este comienzo sería más digno de una crónica política propiamente dicha pero lo es de una narración ¿deportiva?
 Llevo siglos escribiendo que los nerones actuales son mucho más peligrosos que aquel tipejo histórico que le pegó fuego a Roma para inspirarse y escribir un poema..
 Y la doctrina Nerón dice que al pueblo hay que darle "pamen et circenses", o sea, el famosísimo "pan y circo", pan y juegos circenses, con muchos gladiadores y muchos leones.
 La gentuza que hoy escribe en los diarios deportivos no son sino los peores esbirros del poder político porque están cumpliendo al pie de la letra aquel mandato explícito que el gran canalla le dio a uno de sus ministros: “Y, Fulanito, un último consejo, haga v. como yo, no se meta nunca en política”.
 La negación de la política como tal es el primer síntoma que da el canalla perfecto. Volvemos al canalla típico, Lampedusa, y su “es preciso que todo cambie para que todo siga igual”, es la máxima expresión del más canallesco de los conservadurismos.
 Nuestra jodida y ajetreada vida no es sino una puñetera lucha por el poder: desde el poder de poder comer  un poco todos los días, el poder a que aspira ése que “llamamos hombre de la calle”, al poder omnímodo de un canallesco Obama que ordena asesinar de mala manera a otro ser humano a pesar de que los suecos le habían dado el premio Nobel de la paz, si será cínica la puñetera Academia, no en vano uno de los hombres más honrados que ha dado nuestro especie les dijo que se metieran su premio en los cojones.
 Ya sé, ya sé que todos no podemos ser como Sartre, pero al menos deberíamos intentarlo. Y no hacer como esa gentuza que en masa escribe hoy en los diarios, bajo la égida que marcan hombres como el citado Franco, el Rey, Aznar y Rajoy.
 Decía el genial Rilke que todo ángel es horroroso y yo me apresuro a afirmar que todo madridista es un fascista, aunque él no lo sepa o no quiera saberlo. Porque un fascista es el que detenta injustamente el poder para abusar de él todo lo que pueda. 
 El poder en el fútbol radica, como es lógico, en el absoluto dominio de todas sus estructuras. ¿Qué son las estructuras? Dice ese jodido y pequeño canalla que es Artur Mas que el va a crear poco a poco en Catalunya estructuras de Estado.
 Franco creaba estructuras políticas incluso sin querer. Cuando descubrió que aquel equipo que vestía de blanco era lo único que algunos admiraban fuera de España, decidió convertirlo en el eje de toda su política, de aquella política que él aconsejaba tan ladinamente no hacer. Porque no disponía de ninguna otra cosa que pudiera exhibir con cierto orgullo fuera de las fronteras sobre las que extendía tu terrible poder.
 Y ordenó que todo el país girara propagandísticamente, publicitariamente, alrededor de lo único que le parecía exportable de su execrable régimen, lo que le otorgaba a aquel equipo de fútbol auténtica licencia para matar. Y mató.
 Y, como España es, para nuestra desgracia, el país más atávico del mundo, aquel equipo de matones continúa matando. Ayer, en Sevilla, dos argentinos, convenientemente nacionalizados, Higuaín y Di María, cuando les convino, agredieron salvaje y alevosamente a dos contrarios a escasos metros del “juez” de la contienda el más madridista, que ya es decir, de todos los árbitros, como el que lava, porque lo 1º que les enseñan a todos los jugadores que llegan al Real Madrid es cuáles son sus poderes, entre los que se encuentran la facultad de agredir impunemente a cualquier contrario, lo que les atribuya una superioridad anímica considerable.
 El caso fue tan escandaloso que alguno de los diarios madridistas, no tiene más remedio que resaltarlo: “Higuaín debió ser expulsado”, dice Andújar Oliver en el inicuo Marca, pero otros, como El País llegan incluso a ignorarlo totalmente.
 O sea que ya estamos en donde estábamos la Liga pasada: total complacencia de los árbitros hacia el Madrid que puede hacer absolutamente todo lo que quiere.

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