miércoles, 30 de diciembre de 2009

Historia en dos ciudades

Matas es mallorquín y tiene muchos menos años que yo. Yo soy muleño, de Mula, provincia de Murcia y voy a cumplir 81 años, lo que supone que cuando Franco se rebeló, ayudado por March, el padre de los que han aupado a Florentino Pérez al poder económico, yo tenía justos 7 años, y, cuando la guerra civil acabó, 10, o sea que a mí me pilló aquella espantosa posguerra del hambre inacabable y el estraperlo.

Cuando se pasan días y días, meses y meses, años enteros pasando toda clase de miserias, suciedad porque no había jabón para lavar la ropa, y piojos consiguientemente, el hambre deja de ser aquella dolorosa sensación de vacío en el estómago para convertirse en una obsesión, cuando veo una de esas películas de zombis que van por ahí comiéndose insaciablemente todo lo que encuentran, me acuerdo de todo aquello, mi hambre llegó a ser tal que es posible que no lo creáis, pero llegué a comerme 50 naranjas de un tirón o de una sentada como queráis, lo que nos provocaba terribles diarreas.

Y yo no tenía fincas que produjeran aquellas naranjas, la finca, en la que una pandilla de 15 o 20 muchachos de 12 a 14 años robábamos todos los días la fruta en sazón según el tiempo, se llamaba, qué casualidad, El Paraíso y, entonces era propiedad de los Perea y de los Zapata, los caciques derechistas del pueblo, hoy es de un cura que ha hecho una inmensa fortuna y se la ha comprado a los herederos de aquéllos que han acabado arruinándose de tanto no trabajar.

De modo que yo, como Matas, fui un ladrón profesional, pero robaba para comer, por la imperiosa necesidad de comer, y no creáis que era fácil robar en aquella inmensa finca de poderosos terratenientes custodiada por guardias jurados con escopetas cargadas con balas de sal algunas de las cuales acabaron en mis posaderas.

Lo de Matas es distinto, muy distinto, Matas robaba, presuntamente, ahora lo sabemos, ha robado para enriquecerse hasta un límite obsceno, toda la prensa se ha hecho eco del coste de todo lo que acaparaba en sus múltiples propiedades, desde las escobillas de los waters, que costaban un huevo hasta los felpudos de las muchas puertas de sus pisos y palacetes, pasando por la grifería de oro, millones y millones de euros que salieron de las arcas que nutrimos todos nosotros con nuestros impuestos, y todo ello pagado, como es lógico, con dinero negro, sin impuestos, no iba él, precisamente él, que era el jefe supremo del ejecutivo balear, a pagarse a sí mismo, hubiera sido absurdo, absurdamente absurdo, si me permitís la redundancia, que él pagara impuestos, los impuestos son la bicha para estos honrados prohombres de la derecha.

De modo que en Mula, Murcia, robaba yo, y en Palma, Mallorca, robaba Matas, y ellos se preguntarán, “sí, exactamente, ¿y qué diferencia hay, robo por robo, qué más da, los 2 son iguales, uno de la izquierda robaba y otro de la derecha robaba también? Esto no demuestra otra cosa que el instinto de apropiarse de lo ajeno forma parte consustancial de la naturaleza humana”.

Y no valdrá que yo me defienda diciendo que yo robaba para sobrevivir, “hurto famélico”, lo llaman lo juristas y está exento totalmente de castigo en todos los códigos penales del mundo, “porque”-seguirán diciendo ellos-“sustancialmente es lo mismo, apoderarse de algo contra voluntad de su dueño”.

¿Entonces? Hemos llegado adonde yo acabo casi siempre. La justicia, coño, es la justicia, estúpido. Yo soy comunista precisamente por esto, porque creo que las naranjas de esa maravillosa finca que se llama El Paraíso, de Mula, no pertenecen ahora al cura de San Antolín, la parroquia de un barrio de gitanos de Murcia, ¿cómo una parroquia de gitanos pudo dar el dinero suficiente para comprar El Paraíso?, sino a todo el pueblo muleño, porque, según mi ideología, todo lo que produce la tierra, este planeta nuestro, en el que todos nacemos, es de todos nosotros, por derecho de nacimiento, precisamente, de modo que toda propiedad particular de la tierra es un robo nefando a la comunidad y ya se sabe: el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón.

En cambio, Matas, lo ha hecho al revés, ha metido la mano en las arcas de su comunidad balear para enriquecerse él sólo. De modo que yo, humildemente, creo que él, presuntamente, sí que es un ladrón de verdad y no goza de la eximente de que su robo se considere un hurto famélico, porque me late que hambre, ese hambre de verdad que roe dolorosamente las entrañas del hambriento, él, Matas, no la ha sentido nunca.

Buenos días y buena suerte porque si la derecha vuelve a gobernar otra vez en toda España, toda España será territorio balear.

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