Si hubiera uno de apartarse
definitivamente de la vida
y, a un sitio tranquilo, retirarse
en donde florezcan los nenúfares,
¿qué oficio elegiría para terminar
los pocos años que le quedan, en paz?
El de sepulturero y preguntar
a los que entierras
qué es lo que han hecho hasta llegar
a allí e ir tejiendo el paño:
adonde vamos realmente cuando
todo parece que se acaba,
si es posible que lo que alienta
en mí desaparezca para siempre,
que mis ojos no vuelvan a ver esa montaña
y este mar que lame ahora las plantas de mis pies.
Cartagena, 31 de marzo de 2001
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