martes, 12 de enero de 2010

Libertad, ¿para qué? Lenin y Giner de los Ríos 1

34.- Comentario por eutiquio12/01/2010 @ 12:05
A su regreso de la URSS, Giner de los Ríos, creador y director de aquella Institución Libre de Enseñanza que alumbró a genios de la categoría de Dalí, Buñuel y García Lorca, se mostró algo escéptico respecto al desarrollo de aquella revolución a la que había ido a controlar el pulso y nos trasladó que, en una conversación con Lenin, a su observación de que había echado de menos cierta libertad, éste le había respondido: “libertad, ¿para qué?”.

El problema fue que mientras Lenin hablaba en orden a dar soluciones prácticas a las elucubraciones teóricas, Giner se había situado en el plano de la más pura filosofía política. Por eso, creo yo que Giner no entendió a Lenin y éste, supongo también, tampoco comprendió la posición del sabio español, no otra cosa puede deducirse del asombro que la respuesta del político causó en el filósofo.

Lenin le inquiría a Giner respuestas concretas, qué libertades concretas había él, Giner, echado en falta, en su prospección por la vida de aquel inmenso país en plena ebullición revolucionaria y el español no nos trasladó sino lo que a su particular postura convenía de la conversación, porque, no en vano, el organismo que él había creado y dirigía en España se denominaba “Institución Libre de Enseñanza”.

De modo que lo que ha quedado de aquella conversación es una especie de diálogo de sordos que yo, ahora, con la distancia de los años, me niego a admitir que fuera culpa de Lenin, porque éste no estaba para perder el tiempo con elucubraciones más o menos teóricas, sino que debería de estar ávido de cualquier ayuda intelectual que pudiera prestársele en orden a resolver los enormes problemas que suponía organizar de manera que funcionara lo mejor posible un inmenso país en construcción.

Pues, bien, aquella bandera que, a su regreso, enarbolara Giner, hoy la agitan violentamente todos esos falsos liberales, Especulancia y Rajoy, que dicen adorar la libertad para que nadie pueda controlar lo que hacen, porque la libertad omnímoda es el Reino de la derecha ya que representa la posibilidad de hacer, sin ninguna clase de traba, todo lo que a sus particularísimos intereses conviene sin ninguna clase de control por nadie, de modo que se instaure en la sociedad civil el imperio de la prepotencia que no es sino la libertad que tienen los fuertes, de cualquier clase, para imponerse sin ninguna restricción a los débiles, para hacerlos aún más débiles y absolutamente dependientes de las migajas de pan que se desprenden de la mesa en la que ellos celebran su inmenso banquete.

Y esto, mis queridos compañeros de la izquierda, es lo que hay ahora en casi todo el mundo, una libertad sin precedentes, una casi absoluta libertad para que el capital campe por sus respetos, haga literalmente lo que quiera en cualquier parte del universo, decida inapelablemente qué gobiernos deben de haber en cada país para que sus intereses prosperen de la mejor manera posible de modo que si en Chile triunfa la izquierda auténtica, la verdadera, Kissinger se mueva libremente entra las bambalinas del auténtico poder fáctico y hunda aquella maravillosa democracia, pasando incluso por encima del presidente surgido de las urnas, y así hasta mil ejemplos más que podrían citarse.

Ésta es la libertad que gozamos, la que imponen desde la metrópoli del imperio, unos hombres cuyos nombres ni siquiera conocemos, porque los Bush, Cheney “et alteri” sólo son hombres de paja, las marionetas cuyos hilos mueven ellos, los anónimos, los innombrables, los auténticos dueños del poder, como sucede aquí mismo también, en España, donde los Botínes y los Florentinos, fueron y son los que dan la cara, pero, detrás de ellos, están aquellos otros que, como Juan March, movieron los hilos de aquella suprema marioneta, Franco, que nos humilló y esclavizó 40 larguísimos años.

De modo que yo, ahora, resucito la vieja, la antigua pregunta de Lenin, libertad, ¿para qué?, para que 14 millones de españoles pasen tremendas dificultades mientras la Banca vuelve a declarar millones y millones de euros de ganancia en época de crisis. Si ésta es la libertad que queréis, yo, que según mi mujer, no soy sincero sino grosero, os diré: meteros esta libertad por donde os quepa.

Buenos días y buena suerte, esa buena suerte que me temo que no vamos a tener.

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