lunes, 25 de enero de 2010

Más comunismo y un poco de literatura. Conversación con un soldado nada torpe.

80.- Comentario por eutiquio25/01/2010 @ 19:39
“65.- Comentario por soldadotorpe25/01/2010 @ 18:19
Eutiquio, hombre, con todo el aprecio que me merecen sus reflexiones sobre el comunismo, que no es poco, en literatura es vd. igualmente exquisito pero bastante partidista. Con todo el respeto, da miedo ponerse a discutir de algo con Vd. Se ve que tiene ideas muy fijas. Comprendo que ya es tarde para cambiar, pero ¿Alguna vez ha pensado que lo que dice pueda tener matices? Un poquito antiguo, si que es”.
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Pues, mire, soldadotorpe, acierta v. en todo menos en una cosa: en eso de que le da miedo ponerse a discutir de algo conmigo, porque comienzo diciéndole que creo que tiene v. razón en todo lo demás.

Verá, creo que el hombre no es más que un poco de tiempo sobre unos zapatos, que es precisamente lo que v. dice.

Y, efectivamente, venir ahora, aquí, a hablar de comunismo, en Occidente, donde ya no hay más comunistas oficiales que Cayo Lara y Gaspar Llamazares, sí que es, por lo menos, algo anacrónico.

Pero, déjeme, por favor, que practique un poco la utopía. En Asia, en China, o sea, en Oriente, oficialmente, por lo menos, hay 1.400 millones de comunistas. Ya veremos, bueno, ya verán vdes., los jóvenes, en qué queda aquello.

“Se ve que tiene v. ideas muy fijas. Comprendo que ya es tarde para cambiar”, amigo mío, nunca es tarde si la dicha es buena, ¿lo conoce, no?

Pero mis ideas no son tan fijas como parecen. Ya he contado aquí, un par de veces, que, futbolísticamente, fui del Madrid y que, para verle algunos partidos, hice miles de quilómetros en trenes con asientos de madera y pasé 4 o 5 horas, bajo una lluvia torrencial viendo jugar juntos a Di Stefano y Puskas, 2 de los más grandes genios que ha dado ese, iba a escribir deporte, pero pongo espectáculo.

Ahora, aborrezco al Madrid casi tanto como a los Usa y por casi los mismos motivos, así que, al menos futbolísticamente, algo sí que he cambiado.

Políticamente, también. Hasta los 35 años, era de izquierdas, sí, pero no había estudiado a fondo la cuestión esencial: en que cesto político debía de poner yo mis huevos porque no me agradaba demasiado lo que veía al otro lado del telón de acero. Me gustaban muchos las ideas, pero nada sus realizaciones prácticas.

En lo que apenas me he movido es en literatura. Es más, si se me aprieta, creo que no me he movido en absoluto. Verá, en mis tiempos de director de una emisora de radio, monté con un cuadro de actores maravilloso, todo lo que me dejaron antes de echarme, Los justos, de Camus, Huis closs, de Sartre, Coriolano, de Shakespeare, Deja que los perros ladren, de Bogdanovich, recitales a manta de la obra de Miguel Hernández, la propia muerte de Willy Logan, que me encanta, pero, casi todo Samuel Beckett porque es muy fácil de montar radiofónicamente, requiere muy poco elenco, por sus pocos personajes.

Pero me abro del todo a cualquier posibilidad. A lo mejor, ahora, han surgido nuevos autores que yo desconozco-ah, se me había olvidado Bertold Brecht, con su Círculo de tiza caucasiano y La buena persona de Se Chuan-.

Efectivamente, todo esto es, como yo, de hace casi un siglo, y quiero pensar que la evolución del pensamiento humano no se habrá detenido, pero mucho me temo que, para mí, sí. Quizá mi destino debería de haber sido como el del protagonista de El tambor de hojalata, del gran Grass, ahora en entredicho, porque han descubierto que su pasado no estaba nada claro.

Y nada más, amigo soldado, a ver si otro día tenemos otro rato de amigable charla que, por mí, no va a quedar.

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