jueves, 25 de febrero de 2010

Hacia un nuevo concepto de la izquierda

Pero por qué no convenimos, de una  vez, ¿qué es la izquierda?

Porque me duelen ya los ojos de contemplar como unos señores, porque se titulan ellos mismos de izquierda, se permiten el lujo de andar por ahí decretando que lo que hacen otros es de derechas, incluso llamando fascistas a quienes están a miles de quilómetros de ellos a la siniestra.

Lo primero que debe propugnar alguien para titularse de izquierdas es amar por encima de todo  la justicia. Y la justicia no es una entelequia esencialmente discutible sino algo muy concreto y tangible. La justicia es que cada persona, por el mero hecho de serlo, por haber nacido sobre la Tierra, tenga los mismos derechos, y las mismas obligaciones, por supuesto, que cualquier otra.

Y, así, casi sin darnos cuenta nos hemos desplazado de una virtud a otra, de la justicia a la igualdad. Un izquierdista que merezca este nombre debe aborrecer la desigualdad porque toda desigualdad supone una injusticia. Hay canallas que tratan de defender la desigualdad afirmando que incluso la propia Naturaleza, crea desigualdades. Creo que ya lo he dicho alguna vez, ésta es una moral de espartanos, aquellos griegos monstruosos que arrojaban a los niños defectuosos de nacimiento por el monte Taijeto.

Es una ética propia de ventajistas, de aprovechados, de inmisericordes, de inhumanos, no de superhombres como ellos querían ser. El ser humano lleva en su propia naturaleza el defecto, la carencia, el dolor, es un ser para el dolor, para la angustia, para el sufrimiento.

Pero el ser humano también lleva en su propia naturaleza la impronta de la solidaridad. Decía ese esencial analfabeto que nació en Estagira, que el hombre es un “zoon politikon”, un animal político, un animal social, un animal programado por la naturaleza esencialmente para convivir de tal modo que el hombre que no es social o es un dios o es una bestia.

Pero, ahora, la soberbia nos ciega de tal modo a los hombres que todos queremos enmendarle la plana a Aristóteles. Y frente a lo que afirmaba ese otro analfabeto clásico que decía “homo sum et nihil humanum a mihi alienum puto”, la inmensa mayoría de los hombres se cree con derecho no sólo a ser vergonzosamente egoísta sino a propugnar que es así como debe de ser el hombre.

Así, pues, frente a Terencio y el Estagirita, estoy ahora hablando de santones como Adam Smith y Karl Popper. Los nuevos padres de la sabiduría moderna, uno escribió “La riqueza de las naciones” para demostrar que no hay otro remedio que el de que el hombre sea un lobo para el hombre, que ésta es su verdadera naturaleza y que todo el que contradiga el axioma hobbesiano que  establece que “homo homini lupo” es un analfabeto experimental que no sabe realmente de qué va la cosa, o sea que lo racional, lo natural, lo que está de acuerdo con la naturaleza del hombre, lo justo, pues, es que el hombre luche a muerte con sus iguales y que esta norma naturalísima y justa provocará indefectiblemente la riqueza de las naciones, a través de ese instrumento maravilloso que resuelve todos los problemas y no crea nunca ninguno, el mercado, la panacea universal contra la que no debe actuarse nunca porque es no ya un pecado sino también un delito.

Una teoría así hubiera sido suficiente para destruir el mundo pero  la derecha intelectual quiso ir un poco más lejos perfeccionando la afirmación del egoísmo, la avaricia y la injusticia, como los verdaderos ejes alrededor de los cuales debe girar el universo y pretendió, y parece que lo consiguió, situar fuera de la legalidad cualquier idea, cualquier otra teoría, cualquier doctrina que supusiera otra visión distinta del mundo, como es la de la igualdad de todos los hombres, propugnada por Aristóteles, Platón, Kant, Hegel, Marx, Freud, etc. y un pensador tan soberbio, que quiso situarse por encima de todas las leyes incluso las de la lógica, publicó un libro que tituló ni más ni menos que “La sociedad abierta y sus enemigos”, entre los cuales por supuesto incluía a estos analfabetos que acabamos de nombrar.

El trabajo, pues, estaba hecho. La estrella motriz del nuevo firmamento no era la igualdad, ni mucho menos aquella solidaridad que trató de consagrar para siempre Aristóteles afirmando que el hombre es un ser social por naturaleza, sino la libertad, la libertad para perseguir sañudamente el propio beneficio porque aunque esto, a primera vista parece cruel, egoísta, avaricioso e incluso sangriento esto no es más que una primera y engañosa apariencia por debajo de la cual se esconde la piedra filosofal que todo lo convierte en oro maravillosamente, de modo que incluso hombres tan pretendidamente de izquierdas como Mao y Felipe González no tuvieron reparo alguno en suscribir que “gato blando o gato negro es igual lo importante es que cace ratones”.

Pero, si se me permite, voy a cometer un nuevo sacrilegio más, la libertad no es sino el summun de la injusticia porque su consagración supone que el más fuerte, ya sea física o económicamente, podrá actuar siempre libremente o sea que machacará física o económicamente al débíl, lo que, políticamente, significa la opresión y, económicamente, el expolio de las plusvalías, o sea, lo que ahora prima indiscutiblemente en el mundo.

Pues, bien, todo esto tratando de demostrar que no se puede afirmar desde ninguna clase de posición izquierdista, que la libertad es el principio rector de la actuación sociopolítica no ya  porque no sólo se estará contrariando a gente como Aristóteles, Platón, Kant, Hegel, Marx, Freud y otros, mientras se da la razón a tipos como Adam Smith y Karl Popper, sino que, al propio tiempo,  se preconiza que todo el mundo puede hacer lo que se le antoje, incluso quebrantar la justicia que exige dar a todos los hombre que pueblan la Tierra lo que es realmente suyo: una parte igual sobre todos los bienes que hay sobre ella.

Buenas noche y buena suerte.

2 comentarios:

  1. Hola.Gran artículo.Y sin embargo los mismos que santifican al "mercado", ése mismo que nos ha llevado a la situación de crisis en la que nos encontramos se postulan en que para salir de ella hay que seguir con más "mercado". Economía homeopática he leído en algún sitio. Y han vuelto a triunfar porque es a lo que están todos los gobiernos del mundo, con algunos ramalazos de protección social. Ovejas descarriadas, a las que rápidamente hay que reconducir a la cuadra. ¿cabría definir como Libertad a éso que se acogen para justificar su acción a todas luces depredadora e injusta? No sé si se podría decir libertinaje pero desde luego que para mí cada vez que utilizan dicha palabra la prostituyen por completo, no digamos ya el concepto en sí.Saludos

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  2. Qué bueno, Fernando, economía homeopática, no lo había leído yo por ningún sitio.No es que hayan vuelto a triunfar es que ni siquiera han corrido el riesgo de perder porque ya no queda nadie de izquierda en ninguno de los gobiernos del mundo, fuera de esa Cuba tan machacada hoy, la Venezuela a la que pronto harán caer y la China que es la única esperanza y que se halla sometido a 2 grandes peligros, el interior de pasarse de rosca en la actuación en lo relativo a derechos humanos y el exterior de que su economía no resiste la presión de una especie de cordón sanitario ante el que parece un avance incontenible. En fin, Fernando, ya lo veremos y lo comentaremos. Cuento contigo.Un abrazo,

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