miércoles, 17 de febrero de 2010

Respondiendo, otra vez, a una agresión de una de aquellas personas

86.- Comentario por eutiquio17/02/2010 @ 19:20
“75.- Comentario por Fotismenez17/02/2010 @ 17:51
Estimada Luna mengüante: después de un corto viaje a Ginebra he comenzado a calentarme con el fuego amigo y quiero decirte que lamento mucho la inquietud que sentiste a causa de las tormentas.
Aun no he tenido tiempo de leer todos los comentarios. Te agradezco tus palabras pero yo no estuve nunca enfadado. Me llamó minero trovero como esos vecinos suyos a quien, al parecer, tanto desprecia pero para mi que les respeto y les admiro fue mas bien un halago….”.
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Quiero hacer constar aquí, ANTE QUIEN CORRESPONDA, que, como creo que dije ayer o antes de ayer, no he buscado nunca una disputa en mi vida, pero tampoco he rehuido ninguna, porque esto último significaría que los que quisieran agredirme no dejarían de perseguirme ni siquiera cuando fuera al water.

Tenía en la más alta consideración a este señor que ahora parece empeñarse en disputar conmigo.

Y lo hace de la peor manera. Dice que yo le llamé “minero trovero” y, a continuación lleva a cabo lo peor que puede hacer cualquier dialogante, un juicio de intenciones: se introduce indebidamente en mi cerebro y afirma que yo desprecio a estos entrañables vecinos míos al propio tiempo que manifiesta que él les respeta y los admira.

Yo no sé ni quiero saber qué ideología política profesa este señor, que habita en una torre de marfil en la que para entrar hay que pedir audiencia y esperar respuesta, como si de la de un monarca se tratara. Yo he abierto recientemente una humilde casa, un blog, en la que todo el mundo puede entrar sin pedir permiso, porque yo no soy ni elitista ni aristócrata, y he dicho aquí mil veces, creo, ya que soy comunista hasta el tuétano y también he dicho ya mil veces, defendiendo este credo de los ataques que otros que se dicen izquierdistas le hacían, que esta ideología se caracteriza por afirmar que todos, en este jodido mundo en el que tanto se persigue a la gente que no nos rinde pleitesía, no sólo somos iguales, que lo somos pese a quienes pese, que parece que a muchos les pesa esto demasiado, sino que debemos serlo y que hay que luchar hasta la muerte por conseguirlo.

Una ideología así no casa bien, por mucho que lo pretendan quienes viven en torres de marfil férreamente protegidas, no vaya a ser que se cuelen en ellas los parias de la tierra, esa famélica legión que no tiene, que no ha tenido nunca, que nunca tendrá la ocasión de viajar a Ginebra, con el desprecio a nadie pero mucho menos aún con los que fueron el germen de las ideas que yo venero.

Así que deben tentarse muy bien la ropa estos absurdos petimetres que porque escriben ripios indecentes más parecidos a redobles de tambor que a verdaderos poemas y reciben la admiración de quienes no saben siquiera lo que es poesía, antes de poner en la mente de otros lo que ellos es indudable que piensan porque, si no, ni siquiera se les hubiera ocurrido atribuirselo a otros, que los mineros de La Unión son despreciables. Porque una persona que cierra con 7 llaves su casa para que no le moleste la inmunda plebe, hechos son amores y no buenas razones, no puede venir ahora a atribuirle a otro la canallada que supone el profesar desprecio a nadie.

Y, por favor, VAMOS A VER SI MANTENEMOS LA FIESTA EN PAZ. Porque, repito, yo no empecé esta torpísima disputa. Fueron otros los que, sin venir a cuento y no habiendo recibido de mí más que lisonjas, se permitieron llamarme leguleyo repulido, el tal silabero, y picapleitos pedante, el tal Fotismenez, tanto más cuanto los repulidos y pedantes son ellos, que buscan y rebuscan todos los días en los jodidos diccionarios de rimas las puñeteras palabras que les permitan terminar sus vergonzosos ripios en atroces consonantes que lesionan los oídos que estén acostumbrados a leer y escuchar la auténtica poesía.

Espero y deseo, como dicen los jodidos políticos, que con esta adecuada defensa a estos ataques de personas a las que hasta ahora yo no había expuesto sino respeto y consideración, concluyan estas disputas totalmente improcedentes, si ellos no hubieran cometido el desafuero de sacrificar a la jodida necesidad de encontrar una rima el respeto que a mí y a mi profesión debían.

Vale.

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