domingo, 28 de marzo de 2010

Política y Derecho

Todo lo que sé, todo lo que pienso, todo lo que siento, lo he adquirido sobre 2 frases de Aristóteles: el hombre es un zoon politikon, el hombre es un animal político y el hombre que no es político o es un dios o es una bestia.

A la siguiente conclusión llegué yo solo, ayudado un poco por Carlos Marx: si yo soy un animal social, político, que no tengo más remedio que vivir en sociedad porque no puedo hacerlo como un dios ni como una bestia, necesito forzosamente unos medios económicos que permitan mi subsistencia, dentro de ese marco que denominamos la civitas, la ciudad, el Estado, el mundo, el universo, de donde se deduce que también el hombre no tiene otro remedio que ser un zoon economikon. Estoy completamente seguro de que no existe el término griego que acabo de utilizar, pero creo que nos servirá para entendernos, que no otra es la pretensión del lenguaje.

Y, en el momento, en el que soy un ser económico, un ser de necesidades que tiene que satisfacerlas perentoriamente mi existencia entra en conflicto con esos otros que, como yo, necesitan de los bienes de la Tierra para sobrevivir, por lo que es preciso que alguien ponga paz y normalice nuestras relaciones. Así, nacen el Estado y el Derecho. Una organización política que lo debe regular todo por medio de las leyes. La Política y el Derecho.

Hay quienes pretenden algo absolutamente imposible: que Derecho y Política sean 2 líneas paralelas que nunca se encuentren. Buscan, pretenden la asepsia, que el Derecho no se politice y que la  Política no se judicialice pero ambas tareas son imposibles porque tienen que ser realizadas por los mismos agentes, los hombres.

El hombre no es un ser dividido en compartimentos estancos. El hombre es una unidad existencial, lo vive todo íntegramente, con todo su potencial. Es por eso que Zapatero no ha podido resistir la presión internacional para que promulgara una ley prohibiendo a los jueces españoles actuar internacionalmente contra los crímenes de lesa humanidad, bajo la presión, entre otros del Estado de Israel, porque algunos jueces españoles habían empezado a amenazar con procesar a algunos de los dirigentes israelíes por sus crímenes contra la población civil palestina.

Esto, por un lado, por otro, nos hallamos con que un juez  que durante 7 u 8 años ha sido Consejero de Justicia con ese hombre ejemplo para justos que es Camps, se ha liado la manta a la cabeza e intenta procesar a una serie de antiguos etarras que, según él, y gracias a unas pretendidas pruebas extraídas de un ordenador incautado a uno de los jefes de las FARCS, que estuvo unos días bajo la posesión de las fuerzas contrarrevolucionarias colombianas, lo que anula esencialmente su cualidad probatoria, viven en Venezuela merced a un convenio establecido por Felipe González y Carlos Andrés Pérez cuando ambos eran presidentes de sus respectivos gobiernos nacionales.

¿Puede un juez español perseguir a delincuentes españoles más allá de las fronteras de España? Sí. ¿Lo puede hacer en virtud de pruebas extraídas de un ordenador que estuvo cierto tiempo en manos de una de las partes en conflicto en un país que sufre una auténtica guerra civil, que, por ende, es parte interesada en el asunto y es absolutamente seguro que ha manipulado el contenido del ordenador? No. ¿Entonces, por qué lo hace? Porque el juez español forma parte también, subrepticiamente, ya que no puede estar afiliado a ningún partido político, de la jerarquía del PP como lo demuestra su militancia activa en la gobernación de la Comunidad Valenciana durante 7 u 8 años, hasta que el PP consideró que era más interesante tener un juez a su disposición que un consejero de justicia en una Comunidad, actividad que podía realizar cualquier otro afiliado al PP, mientras que la actividad judicial partidista sólo la pueden realizar aquellos que forman parte del Poder judicial.

De modo que, como apuntaba ayer una amable seguidora de este  blog, los jueces actúan también, como seres humanos que son, bajo el impulso de las pasiones que como tales experimentan y es una verdadera aberración que, como tales seres pasionales, realicen la función de administrar justicia a otros hombres que pueden pertenecer a otra ideología política porque no reúnen el requisito absolutamente indispensable de la imparcialidad que debe de tener un juzgador.

Supongo que  todos los que me estén leyendo habrán adivinado ya que no hago sino arrimar el ascua a mi sardina de que nunca se debería consentir que un hombre juzgara a otro hombre, porque todo hombre, como dijo el sabio maestro estagirita, es un animal político que acabará arrimando siempre el ascua a su propia sardina.

Buenos días y buena suerte.

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