viernes, 9 de abril de 2010

Caso Garzón, la opinión sincera de un aguafiestas

#56 Comentario por eutiquio109/04/2010 @ 13:36

Y, ahora, cuando ya todos han dado los gritos de rigor que nos cubren de gloria a todos los que militamos en la izquierda, es el turno del aguafiestas.

Os juro por lo poco que me queda de vida que no hay entre vosotros nadie que lo sienta más que yo, pero no tenemos nada que hacer porque el Derecho, con mayúsculas, está de su parte porque aquel cabrón del que yo decía cuando vivía que de inteligente no tenía nada pero de tonto ni un pelo, fue tejiendo durante 40 interminables años una red junto a la cual la de Penélope es una puñetera mierda.

Lo queramos o no, la realidad es no ya tozuda sino irreversible.Por mucho que nos lanzáramos a la calle no podríamos desatar lo que aquel cabrón de cabrones ató tan bien. La cosa está tan bien atada que el jodido cabrón situó a los amos del cotarro ante una situación que no tiene marcha atrás-que gran chiste el de Forges, con el caudillito vestido de toga andando por un palacio de justicia y haciendonos a todos la peineta con su mano derecha-porque los jueces son los que son y la leyes están construidas de tal manera que, en contra de lo que pensáis casi todos los que escribís sobre el tema Garzón, no habrá ningún tribunal internacional que pueda darle la vuelta a la sentencia condenatoria de Garzón porque los tribunales tienen la mala costumbre de respetarse unos a otros porque, si no, están tirando piedras a su propio tejado.

Hacía yo ayer referencia a un viejo comentario mío en el que os apelaba cariñosamente "angelicos míos, criaturicas", porque no recuerdo ya con qué motivo alguien, como hace siempre el inmortal Carnicero, mostraba su confianza en los tribunales de justicia. Hace algún tiempo también, uno de vosotros, con motivo de la sentencia del TEDH de Estrasburgo, ante el cual he tenido la mala suerte de actuar, me preguntaba cuál era mi opinión sobre la sentencia del mismo respecto a Batasuna y yo le dije que me la reservaba porque no quería ser acusado de enaltecer el terrorismo. Creo que ya deberíais saber todos los contertulios del blog de Saco que no creo en ninguno de los tribunales del mundo porque 81 años de dura lucha ante ellos me ha llevado a la indeseada conclusión de que ninguno de ellos hace auténtica justicia si el asunto tiene la menor relevancia política.

Volvamos al caso Garzón. Garzón no es un buen juez, claro, como no lo es ninguno. Acabo de narrar aquí, por enésima vez, mi discurso cerrando hace 10 años una comida a la que asistían casi todos los jueces de España, en el que mantuve, que cuando el mundo sea auténticamente civilizado, la gente se echará las manos a la cabeza comprobando que hubo un tiempo, éste, en el que se permitió a unos hombres juzgar personalmente a otros de su misma naturaleza, porque es radicalmente imposible que un hombre, al formular un juicio sobre otros, aunque sólo sea en lo más profundo de su propia intimidad sea capaz de la imparcialidad, porque, para ello, tendría que despojarse de su propia sangre, de su propia carne.

Pero el mundo está ahí, y tenemos que asumirlo tal como es si no queremos caer en la esquizofrenia. Franco cuidó especialmente la cantera donde se forjan los jueces. Los hay que viven con la esperanza de que algún día nuestra judicatura va a cambiar. Ilusos. Por su extracción social, por su formación, por su deformación profesional, un juez no tiene más remedio que ser de ultraderecha y cuando yo me reía a mandíbula batiente porque alguien me hablaba de "Jueces para la democracia", me tomaban por loco, y, bien, el principal culpable de que Garzón sea expulsado a las tinieblas exteriores de la judicatura va a ser, sin duda, Varela, uno de los fundadores de esa Asociación judicial que mancilla su propio nombre.

Pero, al grano. Garzón es un mal juez pero, sobre todo, es un juez, coño, a ver si vamos admitiendo todas las cosas, como le decía yo ayer, creo, a alguien aquí, cuando se toma un elemento probatorio no se puede aceptarlo por partes, admitiendo sólo aquella que nos beneficia. Si un juez no puede, por su propia naturaleza ser imparcial, ¿por qué, coño, Garzón sí que lo es? Cuando alguien, luego, cuente la historia de Garzón, dirá que él se engañó a sí mismo porque se creyó su propio papel, no supo comprender la distancia que hay entre la realidad y la actuación teatral. El Juez Campeador. El tío al que le faltó el canto un duro para entrullar a Pinochet, casi nada. Incluso creyó a pie juntillas que estaba protegido por la máxima "perro no come perro", olvidándose de que había sido él mismo el que abrió la veda siendo parte esencial en la sentencia condenatoria de su colega y ex amigo Gómez de Liaño.

Pero más al grano, aún. Nuestro Código penal dice que es prevaricación dictar a sabiendas una resolución injusta. ¿Es injusto admitir su propia competencia que, luego, ha tenido que declinar para entablar una causa general contra el franquismo? No sabéis cuanto lo siento, pero la respuesta, atendiendo a las reglas del juego, que él, Garzón, lleva toda su vida jugando y haciendo de ellas su propia vida, es que sí, claro, si se admite que lo justo es, entre otras cosas, aquello que la comunidad, autora de la ley, establece como tal.

Los que se dirigieron a Garzón en busca de justicia le pedían que buscara dónde estaban enterrados sus muertos. Y Garzón, como juez de un juzgado con competencias excepcionales, limitadísimas, derivadas de las que tenía aquel odioso Tribunal de orden público, admitió una competencia que no tenía sino que correspondía a los juzgados de instrucción territoriales. Para darle la apariencia de legalidad se empeñó en invocar sentencias, costumbres y normas internacionales que no son admisibles en territorio español hasta que las Cortes españolas las incorporaron en 1.977, poco después de que entrara en vigor la llamada ley de Amnistía.

En virtud de 2 de los principios básicos de toda justicia penal que se precie, el de legalidad y el de no retroacción de las leyes penales que perjudiquen al reo, la incorporación a nuestro ordenamiento jurídico de las normas penales contenidas en la Declaración de Derechos humanos y los pactos y convenciones que, posteriormente, la perfeccionan, en las que pretendía basarse nuestro juez para justificar su propia competencia, son jurídicamente inadmisibles por lo que no habrá tribunal en el mundo, que juzgue en Derecho, que sea favorable a las tesis de Garzón.

Otra cosa es, como vengo afirmando reiteradamente, que se aplique a este juez el rigurosísimo principio dura lex, sed lex, precisamente por otro de los grandes principios que rigen en Derecho penal, el principio de intervención mínima, por las durísimas consecuencias que ello implica, y el otro más efectivo aún, "in dubio pro reo", en la duda, a favor del reo.

El juez Varela ha despreciado olímpicamente estos últimos principios y se ha agarrado fuertemente a los otros. El quid de la cuestión estriba en que, en contra de lo que yo opino y he expuesto aquí tantas veces ya, es que el sistema permita que unos hombres que odian a otro, como es evidente que ocurre con Varela y Prego, tengan la terrible facultad de decidir el destino de otro que se le somete injustamente en virtud de unas leyes que, algún día, serán consideradas tan arcaicas como ahora sucede con la del Talión.

1 comentario:

  1. Un análisis que se basa en la premisa de que los tribunales tienen la mala costumbre de respetarse unos a otros no me parece muy de fiar, la verdad. No hay que remontarse a las luchas entre el TC (que no es un Tribunal, vale) y el TS, sino recordar la gran cantidad de recursos que tienen éxito.

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